A la nueva concepción paradigmática de la docencia (universitaria) he llegado en un proceso que podíamos dividir en cuatro fases hasta hoy:

– la primera, fue de organización y de búsqueda de un método que lograse que la experiencia en la clase tuviese sentido para el alumno y le gratificase, le motivase, de un sentido a lo que estábamos haciendo que transcendiese la rebeldía inicial: fue una etapa de dificultades, de muchos errores, de muchos aprendizajes, de incertidumbre, esa etapa de búsqueda que tanto engancha a los investigadores, pero que nos confunde porque todavía no sabemos por donde hemos de ir (prueba y error, aproximaciones sucesivas);

– hubo una segunda etapa donde el grupo de trabajo se convirtió en el eje de nuestro trabajo, ya estaba claro que el grupo daba coherencia e innovación a nuestro proyecto –ahí nace el Grupo de Colaboradores como un espacio de aprendizaje continuo: estamos hablando de principios de los ochenta- y aparece la necesidad de formarnos y de autodesarrollarnos a través de la investigación y del análisis de nuestro propio trabajo;

– una tercera fase consolida el modelo de enseñanza y se puede decir que tiene sus primeros pasos a finales de los ochenta y empieza a pensar en trasladar y enriquecer la experiencia con otras; y

– una cuarta fase nos adentra en las aplicaciones y desarrollos y hasta difusión de la experiencia obtenida, en esa todavía estamos, la experimentación en otros campos diferentes a las licenciaturas, en el postgrado, en la el mundo de la empresa y de las organizaciones. Porque, si me apuran y en ultimo extremo, es lo que estamos consiguiendo: aprender a través de nuestra propia experiencia a favorecer espacios de aprendizaje, de innovación, de regeneración, espacios de vida, de intercambio y de intercomunicación, de competencia, de responsabilidad, de libertad, ….

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