Me preocupa, en primer lugar y por encima de todo, la explotación y como abordarla. Como convencer a los explotadores, a aquellos que lo son, que sólo quieren acumular capital para seguir acumulando capital, para tener poder y seguir teniendo más poder, de que no vale la pena, que la desgracia de tanta gente no compensa el que ellos casi no puedan disfrutar de tanto poder y riqueza.

Y en este sentido, conozco empresarios que hacen por cambiar y algunos hasta pretenden cambiar y cambian su entorno y sus espacios de trabajo, de vida y de futuro, que sienten satisfacción cuando emplean gente, cuando sus inversiones consiguen mejores condiciones, y hasta, y aunque sea a veces por su propia conveniencia, quieren la máxima satisfacción de los que emplean, para que así su empresa esté en lugares de privilegio. Pero por desgracia, el mundo de la empresa es demasiado ignorante de los conocimientos (hasta de sus propios conocimientos tácitos, según Nonaka-Takeuchi), y demasiado ávido de acciones, y el “corre-corre” impide una y otra vez, que a pesar de sus “buenas intenciones”, operen con el debido conocimiento de dónde se mueven, de cómo son las cosas y cómo hay que abordarlas para evitarse problemas, ellos mismos y los que les rodean. Hasta los mejor intencionados parece que acaban cayendo en una ignorancia práctica , que sirve cuando se tiene mucha voluntad y se “tira palante”–no siempre huyendo hacia delante-.

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Saber mantener el tino y el ritmo, se puede hacer si se está muy concienciado de la importancia de saber, de saber dónde se está, donde están los demás, dónde están los clientes, donde estamos nosotros mismos, cómo hacemos las cosas, …… es decir, puro conocimiento, conocimiento práctico, conocimiento para adelantarse a los supuestos peligros, que casi nunca los hay si se trabaja correctamente, es decir, poniendo en lugar preferente el conocimiento. Pero cuando el poder llega, cuando el pedestal de Buñuel nos hace volar, cuando “ya tenemos” o tenemos ya mucho, ….. es difícil seguir haciendo aquello para lo que valemos, de la misma forma, con el mismo interés, con la misma voluntad, con la misma “vocación” y con la misma inteligencia que hemos utilizado para llegar a la cima del pedestal.

He ideado diversas estrategias y métodos para reducir la explotación. De hecho, mi trabajo en grupos y con grupos, en procesos intercomunicados, tiene que ver básicamente con eso, con la mayor participación, con la humanización de las organizaciones, con el sentido grupal y colectivo que se puede derivar de estos métodos y técnicas, bien combinadas. He pensado mucho en todo eso . Y mi modelo está construido para un horizonte con menos explotación. No soy utópico o tan utópico como para pensar en “explotación cero”, aunque no estaría mal. Me conformo con que ayude a las personas a comprender la importancia de las otras personas y a valorar su esfuerzo.

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Sin embargo, la realidad constantemente me contradice y los procesos explotadores se han hecho más y más evidentes, y más y más descarados . Como si el poder no tuviera ninguna responsabilidad, ni tampoco nada que explicar. Y no sólo es el mundo político del que hablo, es tantas veces el mundo empresarial. Los límites de la “precariedad” por ejemplo, para la mayoría de los empresarios no existen. Siempre parece poca precariedad, siempre poca la flexibilidad, siempre poca la subordinación o dependencia del trabajador de los deseos del patrón, …. .

El gran reto sigue siendo cómo desarrollar métodos e instrumentos que favorezcan el conocimiento, la intercomunicación, el conocimiento mutuo, el respeto del otro, la sensibilidad ante los problemas reales, y una mayor participación de todos en la tarea de todos, a partir lógicamente de haber perdido “el miedo a la libertad” y operar por tanto, libremente, y no a partir de obligaciones obligadas. A esto se ha dedicado mi trabajo de los últimos veinte años, ha estado dedicado a algo que sigue para mí como asignatura pendiente, porque si bien algo he avanzado, es todavía poco relevante, entre otras cosas, porque muchas veces no soy escuchado, igual que le ocurrirá a otros profesores-investigadores que no tienen fácil audiencia ni financiación para desarrollar sus buenas intenciones y métodos. Tenemos que seguir avanzando y nos tienen que escuchar, porque sabemos lo suficiente para evitar una gran parte de la explotación de la mayoría de la humanidad por una minoría. Este me parece un gran reto de la innovación: evitar la explotación o al menos, reducirla. De alguna forma, es mi horizonte, mi “montaña de la pobreza” como decía el maestro José Luis Sampedro .

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