«Todos los años contemplamos el espectáculo de un empresariado que exige más “flexibilidad”, eufemismo claramente vinculado a precariedad; implícitamente, malas condiciones –también higiénicas y de seguridad- del trabajo; y mayor explotación de otros colectivos –inmigrantes- que a su vez refuerzan el poder del patrón, evitan la reivindicación y favorecen indirectamente las actitudes racistas y fascistas entre los propios. Parece que no hay límites para la explotación».

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«Y la globalización, en este sentido, es una gran enfermedad y una ideología que favorece ampliamente la explotación. La globalización también tiene otras cosas buenas ….. para los que tienen el poder y circunstancialmente para los demás. Es indudable que si las cosas van bien para todos, todos vivimos un poco mejor; pero si las cosas no van bien para todos, la mayoría vivimos peor».

(nota a pié de página en el epílogo del libro «Innovación y Gestión del Conocimiento». Madrid, 2006)

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