(Innovación)

El mundo interior (de una persona, de una empresa, de una instititución) es como el motor de los automóviles. Tendemos a valorar más sus formas, sus colores, su confort, que aquello que lo hace posible, lo interno. Pues así también nos ocurre en las empresas y en las instituciones. Lo dinámico está afuera, lo persecutorio también, las oportunidades, los retos; pero el adentro es el que nos da nuestros límites, nuestras posibilidades, nuestra operativa y flexibilidad, nuestra calidad y tantas otras cosas. Y el mundo interior de las organizaciones está en general un poco abandonado porque nos limita, nos impide crecer al ritmo de nuestras fantasías, es complejo y es preciso entender mucho para «conseguir poco», y por eso lo dejamos o lo olvidamos y poco a poco nos vamos dando cuenta de que no nos siguen.

La innovación puede tener sus detonantes y hasta sus dinamizadores en el mundo exterior (cliente, necesidad, demandas, oportunidades), pero los procesos y cultura innovadoras están y se hacen posible desde el interior y el factor estructural por antonomasia es la calidad de las relaciones, de la comunicación entre los agentes del mundo interno, respecto a los objetivos y retos marcados, a lo que vamos a llamar comunicación. Es evidente que hay muchas otras variables: grado de formación y especialización de los integrantes del mundo interno; organización del trabajo; estilos directivos; tecnologías y aprovechamiento práctico de sus potencialidades; etc. etc.

Pero lo estructural del mundo interno es la comunicación, la calidad de las relaciones, de la intercomunicaciòn, y esta variable es indisoluble y está enriquecida con la comunicación externa, con el cliente, con el proveedor, con el competidor, con el investigador que aprende, con los iguales. La calidad de la variable comunicación está positivamente vinculada con la potencialidad innovadora de una organización. Y creo que ya se ha dado cuenta el lector que no hablamos de comunicación como suelen hacer los periodistas, como información las más de las veces unidireccional, sino de interrelación humana, de interdependencia, de información compartida, analizada, transformada, copiada, retransmitida, operativizada en cosas nuevas.

Pues bien, la comunicación -y su calidad- es lo esencial de ese mundo interior -que nunca es sólo interior, pues esta división es una convención para poder hablar y matizar lo que decimos-, lo esencial desde el punto de vista de la vitalidad de una organización, y de su desarrollo innovador, y por tanto, de su supervivencia.

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