Ayer paseé por mi Coruña natal. Pasé por sitios que me recuerdan el carnaval de cuando era niño. Por la calle Vizcaya, donde no había nada; por la de la Torre, donde había más gente de la habitual, y supongo que mucha más cuando fuera anocheciendo. Por los Cantones y la Marina donde había muchos tomando el sol, un sol de invierno que termina, y primavera que comienza. Y por la calle Real -que yo tendría que decir, la innombrable, por eso de real, pero me atengo a su nombre-. Esta última estaba a tope, como en los domingos cuando yo era pequeño, había que pedir permiso para andar. Todo lleno de choqueiros y gente disfrazada y también de gente que paseaba, ya que me parece que prácticamente ayer era festivo o casi en Coruña.

Todo el paseo me permitió no sólo hacer un buen ejercicio, sino para lo que también sirve pasear, para pensar. Y pensaba en las tradiciones, pensaba en la gente -que sigue siendo amable-, pensaba en mi mismo y en mi vida, pensaba ……. No me extraña que los griegos fundaran una escuela peripatética, porque pasear es maravilloso para pensar, para proyectar, para renovarte. Hace poco a mi barbero-peluquero, que me hablaba de un proyecto que iba a emprender con otros, le decía que sería bueno fundar una escuela peripatética con personas mayores. Dado que estas -entre las que ya me encuentro- no están para grandes ejercicios, y cuando pasean -al menos, son mis observaciones- con sus parejas u otros mayores, no hablan demasiado, podríamos acompañarlos y sugerirles temas de conversación y de pensamiento, graduando los silencios y los espacios de intercambio. Es una buena idea, que algún día al menos experimentaré.

He comprobado que cuando cojo una bicicleta, y me doy un paseo, no puedo pensar, tan preocupado que hay que estar por no caerse, por evitar el tráfico o por cuidarse de los coches que pueden abordarte. Cuando vas al campo con ella, por ejemplo, a la Casa de Campo, pasa lo mismo, el terreno te impide pensar, tienes que fijarte, y sino al suelo. Lo mismo ocurre cuando hacemos ejercicio o hasta nadamos. Sin embargo, se piensa muy bien a partir de los diez minutos de caminata. Y por supuesto, mejor cuando uno va solo. Cuando se va acompañado, se habla, y ya sabemos que descubrimos muchas cosas cuando hablamos y cuando escuchamos, nos sugieren nuevas perspectivas y finalmente, es un buen ejercicio. Por tanto, caminar sería la recomendación, y pensar mientras se camina, el mejor ejercicio físico-mental.

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