«…. En Argel incluso se habla abiertamente de dos modalidades de islam: el del desierto y el del rio (o del mar). El primero lo profesan y practican combativas tribus nómadas que, en medio del entorno más hostil al hombre que es el Sáhara, luchan por sobrevivir, por mantenerse a flote como sea; y el segundo, el del rio (o del mar), es, por el contrario, la religión de los mercaderes, los vendedores ambulantes, los «hombres del camino» y del zoco, para los cuales la actitud abierta, el compromiso y el intercambio no son sólo una cuestión de ventajas económicas, sino una condición misma de la existencia» (Kapuscinski, Viajes con Heródoto, Anagrama, pp. 256).

Hombres «deshidratados» estructuralmente por el desierto; y hombres «hidratados» por el río o el mar. Me recordó a Ramón J. Sender en su «Crónica del alba», donde también hace referencias a las diferencias singulares entre gentes de la montaña y gentes del valle, y hasta de cuáles son casamientos entre ellos más «satisfactorios». He vuelto a releer la Crónica, pero no he sabido encontrar la referencia exacta, pero mi memoria me dice que está ahí, como una reflexión interesante y profunda.

Tal vez el mismo Sender inspirase mi idea de que la innovación, sus procesos y resultados, aún espontáneos, es más viable en los valles, en las agriculturas, en los rios, en los mares, que cuando subimos a montañas hacia «los cielos», los desiertos, las mesetas, la ganadería nómada o trashumante, …… Casí podía afirmar que «los cielos no son favorables potencialmente a los procesos innovadores», y sin embargo, las aguas, igual que lo han sido en la aparición de seres vivos, lo son para hacer más confortables y posibles los procesos innovadores. Los mares o los rios son cursos que favorecen nuestras capacidades y potencialidades innovadoras, de manera espontánea.

La mar «nos abre mentes y caminos»; los rios «nos llevan a la mar» -y no «es el morir» como decía Manrique- y en su recorrido forjan agriculturas intensivas y florecientes, llenas de color y de vida, y desarrollan lo que tal vez en el ser humano sea la fase más compleja de sus etapas históricas.

La capacidad de acercarse a la comprensión del hecho agrícola intensivo conjuga muchos «verbos» y obliga a sus habitantes a adentrarse en complejas formas de conocimiento y de prácticas. La agricultura del Nilo o de la Mesopotamia o de los valles de los grandes rios chinos ha sido un nutriente potencial de procesos innovadores. Ahí, precisamente ahí, es donde se han fraguado los grandes pasos de la humanidad, tanto desde una perspectiva innovadora como aún creativa y estética.

Pero es igualmente cierto que otros pueblos que ya Heródoto llama bárbaros, y que aquí hemos identificado inicialmente con el desierto, la montaña, el nomadismo, son más ávidos para desarrollar tecnologías cercanas a su supervivencia y por tanto, la «América profunda» se rearma hasta los dientes y confiere un valor dogmático a sus acciones que impide el intercambio, que impide el diálogo y que sólo acaba siendo convencimiento por aplastamiento. Quedan muchas Américas profundas en nuestro ser, en nuestros pueblos, muchas «américas» desérticas, de agriculturas extensivas vinculadas a la ganadería, de ……. que se hacen cargo de la innovación en su formato más avanzado tecnológicamente, pero indirecta o directamente impiden el desarrollo de la armonía y la interrelación y la inevitable interdependencia entre todos los pueblos.

Sin diálogo y participación no acaba siendo posible más que una innovación pobre, aunque parezca rica, una innovación estrictamente mecánica, excelsa en lo tecnológico, pero pobre, extraordinariamente pobre y aislada del ser humano, del mismo ser humano que la crea y luego tiene que soportarla. Una innovación de personas y de grupos, se hace a partir de ellas y vinculada a sus necesidades, y no a las necesidades -diríamos casi con más propiedad, a las locuras- del poder. El concepto innovación, como el concepto islam, o el concepto cristianismo, se puede expresar de muchas formas. Y los matices son los que acaban construyendo el camino estructural del ser humano.

Ayer, uno de los grupos que intervino para exponer su trabajo, en el Master de Comunicación Social, mostró un ejemplo altamente significativo de este concepto de innovación y de su práctica a través de una acción denominada «Esta es una plaza» desarrollada en el barrio de Lavapiés de Madrid, sobre bases autogestionadas.

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