Reflexiones en voz alta

Las prisas, las prisas …. no son buenas consejeras …. correr demasiado en un momento conlleva tener que correr poco o correr para atrás en otro u otros, y hasta a veces, durante mucho más tiempo del que crecimos …. pensando que todo iba a continuar …. porque cuando vamos bien no esperamos que alguna vez la felicidad se acabe.

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Si ocurre, además, que ese crecimiento está fomentado por los demás, que nos piden más aunque hagamos las cosas peor, porque todo el mundo se ha vuelto loco con el crecimiento; si además encontramos un nuevo dorado en los «emigrantes», que nos permiten bajar nuestros costes y ampliar los servicios a la sociedad a precios razonables; si además, hay otros que nos ayudan o nos subvencionan nuestro crecimiento, porque ellos también están interesados en hacer buenas inversiones en nuestra casa; si además ….. si además dejamos de prever lo que puede ocurrir y nos metemos todos en la rueda de «la fortuna», pidiendo crédito, comprando con tarjetas múltiples, hipotecando nuestra vida, la de nuestros hijos y hasta de nuestros nietos, y pensando que todo va a ir a mejor, porque ayer costaba tanto y ahora cuesta el doble y se espera que vaya a seguir subiendo todo; cuando entramos en esta locura, en esta espiral loca y que nadie puede parar, hasta no podemos creernos que lo que falla es estructural, que lo que nos falla es que ya no sabemos ni trabajar, ni producir, ni dar importancia a la educación y al conocimiento, ni …… porque la vida es fácil y como me decía hace poco un vendedor inmobiliario, vivimos en un país donde no puede ocurrir lo que ha ocurrido en Estados Unidos …. ¿noooo? que chorrada, pero que chorrada, pero una chorrada que todos compartimos …. todos somos diferentes y a nosotros no nos va a ocurrir, lo que realmente ya está ocurriendo.

Y ahora vuelven las prisas y los stresses o como se diga, y hay que huir ….. hay que escaparse de nosotros mismos, pero ¿cómo hacerlo cuando estamos tan pillados? ¿protestando? ¿reivindicando? …… es cierto, todo se ha hecho mal, pero también es cierto que todos hemos contribuido -o la gran mayoría de nosotros, casi todos, alguno estaba de baja- a hacerlo mal y a conformarnos con una vida medio regalada, donde crecer era una panacea porque era algo que iba a seguir ocurriendo toda la vida. Falta de previsión, falta de realismo, falta de visión, falta de sensibilidad ….. falta de todo un poco. Y ahora, ¿qué hacemos? pues soportar la tensión de lo que no somos ….. es como quedarse sin un imperio. Mucha gente se había beneficiado de tenerlo, y ahora que va a hacer, lo primero es deprimirse, y protestar contra algo, pero en el fondo sabemos que hemos sido colonialistas, que hemos sido injustos, que hemos creído que somos «la pera», que hemos pensado que todo era para siempre, y que «éramos los mejores». Nada de eso es cierto, y de poco nos servirá la protesta, sino la responsabilidad. Y ¿cómo vamos a ser responsables, si serlo es contribuir a dar continuidad a un sistema injusto que explota todo lo que ve, pero que tiene su fuente de valor en la fuerza de trabajo que emplea, y su fuente de poder en su decisión de a quiénes emplear y a quiénes no?

Tenemos que reflexionar. Esto no se arregla con parches … como pueden ser hasta los famosos rescates. Se arregla con un nuevo pacto social, con un pacto en que contemos todos los que no contamos, que somos la grandísima mayoría. Y me temo que los que cuentan, no se van a conformar, y lo primero que harán -ellos, tan nacionalistas y fomentadores del nacionalismo más primitivo- es irse a otros lares, y alejar de nosotros todo lo que hemos hecho por ellos, permitiéndoles acumular excesivo capital al menos en relación a sus pocas capacidades y habilidades, ni sociales ni de conocimiento.

O sea que hemos entrado en esas fases oscuras de la historia, que durarán para mi desgracia y los de mi generación, al menos lo que queda de mi generación en vida activa y que no saldremos más que profundizando en la ampliación de las distancias entre clases sociales y la acentuación nuevamente de los conflictos sociales, hoy manifestados constantemente en guerras cada día más destructivas, y en reivindicaciones que no encontrarán más tope que la presencia de los militares en los gobiernos para mantener a sus padres y abuelos, que son los que tienen las riquezas, y para «hacer carrera», una mejor carrera para ellos mismos.

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2 comentarios en «Reflexiones en voz alta»

  1. Pienso, aunque no puedo demostrarlo, que existe una tasa de crecimiento aceptable, que hace posible el equilibrio. Crecer como por ejemplo China durante varios años al 10% anual es demasiado rápido, lo pagarán en algún momento y de forma inesperada. Crecer a un tres por ciento un país es razonable ….. porque eso exige que en niveles medios las empresas crezcan a un cuatro-seis por ciento y las organizaciones públicas a un ritmo menor. Si esto se rompe … empieza a haber problemas ….. muchos y en proporción exponencial.

    Decían los sociologistas franceses que las proporciones eran decisivas, y estoy de acuerdo. Si la proporción de crecimiento del sector público es demasiado grande y superior a la del privado, se produce un fuerte desequilibrio, que tiende a una mayor pasividad de las personas, a un exceso de seguridad. Y hay que mantener también un cierto equilibrio entre libertad y seguridad, igual que entre libertad e igualdad o entre igualdad y fraternidad.

    En nuestra sociedad actual hemos enfatizado demasiado en la «libertad» en perjuicio de la igualdad y la fraternidad … la última la tenemos casi olvidada. También hemos enfatizado demasiado en la importancia de mantener empresas rentables, frente a desarrollar puestos de trabajo suficientes para la demanda de trabajo. Igualmente, hemos enfatizado en un sector público excesivamente consumidor, y como decía O!Connor ese era el punto más débil del sistema. También el sistema político tiene que compensar los votos de sus votantes, y en esa medida, y aparte de eso sus niveles de corrupción, han llevado a unos deficits públicos estructurales. En alguna medida el deficit spending puede ayudar a mantener el nivel del empleo, pero siempre que no se convierta en algo para siempre, como ha ocurrido con los deficits públicos que son más bien producto de la ambición de los políticos y de su incapacidad para hacer las cosas de manera más eficiente, y sin embargo, hipotecar las sociedades locales, autonómicas o estatales, para mantener sus niveles de voto en esas votaciones cada cuatro años. Mala cosa que tengamos que vender nuestra alma al primer diablo que se nos manifiesta.

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