Finalmente, sólo ganar rating y «prestigio». Ese es el único resultado del engaño de ayer por el tal Évole, que parece sacado de la famosa y engañosa historia de su homóloga la princesa de Éboli.

No, no se puede engañar a tanta gente que siempre ha estado convencida de que las cosas fueron de una forma no contada, pero que sabemos más o menos lo que pasó. Si, el intento de golpe de estado del 23F del 81 fue mucho más que una parodia o algo planeado para evitar golpes de estado; fue una realidad urdida por altas instancias y casi materializada, sólo «evitada» (sic) en último extremo y «casi de penalty». No, no se puede intentar engañar a tanta gente que hemos vivido los días anteriores, esos mismos y los que siguieron al 23F. Es de alguna forma una burla, una gran burla, propia de personas con pocos escrúpulos. Si lo que se perseguía era poner en evidencia lo que nunca hemos sabido -pero lo hemos sabido, igual que sabíamos lo del GAL u otras muchas trampas políticas y de los medios que se han organizado-, habría que haber sido más valientes, y hasta en el debate posterior podía haberse canalizado hacia esos aspectos. Pero no, el debate fue básicamente anodido, sin ninguna profundización en lo que se trataba, buscar el fondo de una trama criminal y golpista que fue maravillosamente tratada y practicamente ocultada por el mismo poder. No, si se hubiera querido ir a la verdad, el debate hubiera ido a la verdad, pero no lo fue, ni Gabilondo -preocupado más por lo anecdótico-, ni el ex ministro de defensa, posicionado en lo de siempre, ni los apoyos documentales, mal trabados y más propios de una comedieta que de otra cosa, permitían llevar el debate al centro del asunto. Sólo lo intentó, pero en minoría evidente, la presidenta del tribunal supremo de Euskadi -creo que ese era su cargo-, pero ya al final y cuando ya «todo» -es decir, nada- estaba dicho. Claro que no, no niego que es una forma de hacer televisión y sobre todo, de hacer negocio y rating, pero no me parece ni siquiera mínimamente ético. Para hacer reir a la gente, no es preciso hacerlo con tanta gente que se sintió tan mal en esos días. Me parece una burla. Esto de imitar a Orson Welles no tiene mucho sentido, máxime que cuando lo de la invasión marciana de Welles hubo más de un incidente. Jugar con los sentimientos de la gente, y hasta con su propia experiencia y juicio, me parece una perversión inaceptable. Aunque si es cierto que hoy todo es perversión al menos en el mundo de la televisión. Ejemplo de ello es que viven de engañar al telespectador cambiando sin avisar de películas a anuncios, y haciéndolo justo casi al acabar el desenlace de la película y durante una buena cantidad de minutos. Aunque lo más perverso es provocar la confusión entre película o programa y anuncio, sin mayor aviso. No sé como lo hacen los «maestros» del marketing y la publicidad, es decir, los USA, pero me temo que tienen que ser algo más cuidadosos que lo que son aquí: pura perversión.

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