Recomenzar, ¡qué placer!

Maravilloso tener la oportunidad de repasar lo que hemos hecho, individualmente y como grupo, y empezar a re-construir nuestro proyecto.

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Antes de entrar en la gestión de problemas, hacemos balance, analizamos donde estamos, cuáles son las prioridades para ser abordadas, que hemos hecho hasta ahora y que queda por hacer …… Eso, antes de gestionar, hay que comprender o recomprender ahora y que queda por hacer, en definitiva, volver a empezar.

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Volver a empezar siempre nos da un impulso especial, porque nos permite recuperar lo hecho, poner las cosas en dónde estamos y proponernos nuevas metas dentro del horizonte que nos hemos dotado.

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Por eso, es tan importante empezar el año ….. en la universidad lo empezamos en septiembre-octubre, en una empresa en enero-febrero. En realidad, teníamos que analizar de junio a agosto en el primer caso, y de noviembre-enero en el segundo.

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Recomenzar en septiembre -por la universidad y por muchas actividades que «vuelven de vacaciones» y se vuelven a plantear los problemas- no es una buena fecha natural. El sol decae en su fuerza y en el tiempo que nos ilumina, la naturaleza está en decaída, nosotros también. Es cuando nos separamos, es cuando tenemos más conflictos y problemas. No es la mejor de las fechas, pero en nuestro mundo ya estamos acostumbrados a «empezar» (sic) en septiembre.

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Es más lógico recomenzar en enero, siempre diciembre y sus últimos días nos llevan a esa idea de renovación que a su vez está apoyada por ese sol que ha llegado a sus mínimos al finalizar el otoño y comenzar el invierno y que poco a poco volverá a traernos la luz. O más que en enero, uno de enero, en la luna nueva de enero-febrero, más o menos como el año chino: ellos si que saben autoorganizarse. El año chino respeta y se lleva bien con la naturaleza, no la fuerza, no crea conflictos si puede. A partir de ese momento, las cosas renacen y nosotros también renacemos con ellas.

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De hecho, el momento de montar un ciclo de innovación es aproximadamente en febrero, tal vez la semana posterior a carnaval, luna nueva casi siempre subsiguiente al comienzo del año chino. Y no porque entremos en «cuaresma» -que ganas ha tenido la iglesia de deprimirnos precisamente cuando empezamos a renacer con los brotes de la primavera inminente-, sino porque entramos en la vida intensa de ese sol que nos da la vida y todo se mueve en su entorno y por su energía distribuida amplia y gratuitamente.

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