La ley Wert: al servicio del poder económico y del negocio (4)

La ley Wert se enfoca hacia una mayor rentabilidad del poder económico. En lo más inmediato, los libros como eje de una educación sin pedagogía o con una pedagogía de «seguir lo que dice el libro de texto», texto o textos que han sido fraguados prácticamente por editoriales de la iglesia o del grupo Prisa.

El libro es el centro del proceso educativo, al no existir ninguna propuesta pedagógica diferente. Los profesores acaban siguiendo, en su mayoría, los textos y a partir de estos se controla lo que se aprende. El libro es el centro, el manual, como si fuera la máquina o el capital; el profesor es su ejecutor, como si fueran aquellos que manejan el material o la máquina o el capital y siguen sus principios y movimientos; el niño ha de aprender como manejar la máquina, gracias al profesor y a sus padres, que son quienes tienen que «hacer los deberes» -del libro- con los chicos, muchas veces no sólo despistados, sino cansados de aprender cosas tontas. Todo el ciclo reproduce la producción capitalista, donde el capital, y por consiguiente, la máquina -aquí el texto- marca los ritmos, las variedades, los detalles, y el profesor y los alumnos han de ADAPTARSE a esos mensajes. En el fondo, encontramos a los supervisores, que bien directamente por las reválidas o indirectamente, por la recreación de sus contenidos y mensajes, acaban haciendo que todo se mueva organizado por sus intereses. Impresionante. Ganar dinero, mucho dinero, promoviendo el mensaje adecuado para reproducir el poder del capital y de la iglesia. Un ejemplo de Gran Hermano, nuevamente. Pero lo suficientemente sutíl como para que casi nadie proteste.

Por otro lado, la ley Wert fomenta el capital y la dominación a través de la renuncia a preparar para pensar y para ser libre, sino que tiende a preparar en aspectos técnicos, tecnológicos y miméticos que sirvan para que las masas estén claramente alienadas y alineadas con el poder establecido. Se da un paso más para que la gente sea técnica, y que no tenga ni espacio más que para repetir y ser más y más técnico. Esto se ve más intensamente según nos acercamos a los niveles medios y universitarios. Pero ya está presente en primaria.

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Por contra, una ley de educación tendría que fomentar el intercambio, la interrelación, la sociabilidad, y la libertad derivada en gran medida de un saber complejo, no de recetas mal combinadas expresadas en simplificaciones que conducen inevitablemente a conformismo, miedo a no entender y estar sólo y falta evidente de libertad. No me gusta hablar de educación, aunque en cierta medida siempre tiene que serlo en alguna medida, para forjar y desarrollar personas que se relacionan y conviven con otras y valoran su trabajo y quieren aportar lo mejor de sí mismo a los demás. Prefiero hablar de aprendizaje, de espacios de aprendizaje, de espacios complejos donde se desarrollan personas y grupos y que a través del intercambio y la convivencia aprender a ser ellos mismos y a estar con otros. Por ahí no va la LOMCE, sino que acentúa muchos de los problemas que ya eran característicos de lo más regresivo y de la realidad de la pedagogía autoritaria en nuestro país.

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4 comentarios en «La ley Wert: al servicio del poder económico y del negocio (4)»

  1. El tema del libro-manual y sus contenidos como eje del control a priori de lo pretendido, y referente estructural de lo que «hay que aprender» o «hay que enseñar» …. me parece de una gran transcendencia pedagógica. Más bien anti-pedagógica.

    Cuando estudié en la universidad todo eran manuales o apuntes. Y hoy no se ha avanzado demasiado sobre lo mismo: manuales y apuntes. Ese planteamiento es retrógado y lamentable, propio de un pensamiento único, arbitrario, ex-cátedra, vulgar, ramplón y no sé cuantas cosas más. El libro de texto de primaria o secundaria es su equivalente, pero aún encima ni siquiera es un texto del profesor, sino un texto centralizado por las instituciones editoriales y las normas estatales, que organiza toda la enseñanza en las aulas. El profesor lo recibe como si fuera un regalo envenenado, un regalo de obligatorio uso, le guste o no le guste, piense que está bien o mal o que su orientación es adecuada o inadecuada, hasta si es verdadera o falsa. El profesor es el ejecutor de un programa hecho por otros profesores «seleccionados» por los poderes respectivos y que al tiempo que ganan un plus, obedecen a sus editores que les han «favorecido» con esa posibilidad. Sólo excepciones confirman la regla que he afirmado.

    Y todo esto es muy grave, porque hace girar todo el aprendizaje en torno a textos que nadie se plantea ni siquiera críticamente, sino que son aceptados como lo que hay que saber y aprender.

    Es grave porque los profesores acaban estando indefensos ante tal formato pedagógico y en realidad, para hacer lo que se les pide que hagan, no es preciso que se formen o estén formados demasiado. Más bien, si lo están demasiado, como en otras facetas del sistema, son en cierto modo poco aptos para desenvolverse en esa repetición y seguidismo. Pensar no es algo bueno para un profesor …. e igual ocurre en todos los niveles del profesorado, también en la universidad. Para pensar ya han estado los que han hecho los textos, los que mandan o algunos de los que ya son catedráticos. Todas estas desigualdades generan espacios muy poco aptos para aprender, tanto para los profesores como para los estudiantes.

  2. Además, todo lo que no sea el canón aceptado -el libro- es considerado como marginal y donde hay que redoblar los acosos y persecuciones. Si un estudiante usa excesivamente internet es ….. ¿sospechoso?, y es preciso crear controles para evitar (sic) el plagio. ¿Es que existe algún manual o texto que no sea realmente un plagio y muy particular, porque responde más bien a la arbitrariedad de los que lo editan y controlan o los que lo hacen? ¿alguien puede crear que no hay plagio en los manuales, si son propiamente plagios y «malas traducciones»? …..

  3. Demasiados esfuerzos para controlar el plagio de un alumno, cuando reproducir o imitar cualquiera de nuestros conocimientos actuales es un buen principio para que a uno le guste leer, le guste aprender, le gusta y sienta que puede hacerlo. El plagio en el nivel de los estudiantes no es un plagio como lo son muchas de las tesis doctorales que se presentan y a las que se concede sobresaliente cum laude. El plagio puede ser una necesidad y un buen planteamiento para interesarse en buscar o en encontrar o en leer cosas interesantes. Prefiero a un alumno que plagia un texto de internet, que la mayoría de las veces lo ha tenido previamente que buscar, que seleccionar, que leer y luego lo incorpora a su trabajo, prefiero a estas personas mucho antes que a un repetidor memorístico de lo que lee -sólo, sólamente- en tan sólo un manual.

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