Lo primero, conocerse

Primer paso para desarrollar un grupo de trabajo: un espacio para conocerse

Aunque se pueda creer lo contrario, conocerse previamente y hasta ser amigos no es una condición suficiente para tener un buen desarrollo grupal. Si el grupo ha de rendir a corto-medio plazo puede ser una ventaja, pero si ha de hacerlo a medio-largo probablemente no. En muy pocos casos la amistad favorece el desarrollo grupal, más bien lo dificulta, porque muchas veces, por desgracia, es un factor que reduce la tensión adecuada en la novedad, y que permite muchas excepciones a los que son amigos. Casi siempre hay uno más responsable y otro menos responsable, y uno tapa al otro siguiendo la ley de los hermanos. Con esto no quiero afirmar que es peor ser amigos para ser gruppo, pero no es una condición ni necesaria ni suficiente.

Hay que conocerse. Y conocerse no es presentarse, ni saber lo que es cada uno: conocerse es haciendo cosas, haciendo cosas comunes, iniciando el camino del conocimiento y del grupo. Por eso hablo de un objeto frío, porque empezar desde la profundidad no ayuda a conocerse, sino empezar trabajando sobre algo que aunque sea importante no lo es tanto para que apasione desde el primer segundo, pero sin embargo, sobre el que se puede opinar y trabajar sin grandes dificultades.

Por supuesto, no se consigue el conocimiento nada más que “después de haber tomado un kilo de sal juntos”, como dicen los ingleses, y a veces, la emoción latina de conocer a otros y pensar que ya son sus amigos, puede dificultar la construcción de un grupo. De pronto, parece que ya nos conocemos de toda la vida. Cosa que no es cierta, porque realmente como nos vamos conociendo es haciendo cosas juntos, compartiendo proyectos, avanzando en aprendizajes en los que todos participamos.

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En absoluto me planteo “agotar” el tema del conocimiento, sólo hacer unos apuntes, derivados básicamente de mi práctica grupal. He trabajado con mucha gente en grupo, he participado en ellos como grupo, he sido observador, he sido también coordinador y hasta facilitador y promotor, pero es algo tan complejo, que aunque puedo contar con muchas experiencias desde diferentes perspectivas, no puedo asegurar como son las cosas. Y a veces, funcionan mejor que otras. Es cierto que ahora es difícil que alguna pueda funcionar mal, pero no todos los agrupados son iguales y eso lleva a que los resultados sean difíciles de prever, aunque la mayoría de las veces, son como uno los había previsto. Pero no siempre.

El proceso de conocimiento mutuo y de desarrollo de un lenguaje común es básico para seguir adelante. Se consigue a partir del trabajo, individual o grupal, el individual de aportación de lo que se encuentra o se puede aportar a partir del propio conocimiento; el grupal a partir del intercambio entre los participantes, y las matizaciones que surgen dentro de un espacio libre, crítico y donde el respeto y la positividad se constituyen en ejes del caldo grupal y de su discurso implícito o explícito.

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Un lenguaje común no es pues un lenguaje ideológico, porque necesariamente no hay que estar de acuerdo en la posición ideológica de cada uno, ni hacer frentes comunes. Error más que frecuente en la formación y desarrollo de los grupos. Esta claro que tampoco la ideología contrapuesta ha de ser demasiado extrema, porque si así fuera, el debate ideológico primaría sobre la tarea, o se convirtiría en parte inmanente a la tarea, lo cual sin duda la limitaría en sus potencialidades.

Pero se pueden combinar muchas personas en un grupo, aún de ideologías razonablemente opuestas. Yo he participado en grupos con personas con posiciones muy católicas, o muy cristianas, o muy de lo que llamamos derechas, y también con toda la gama de ideologías, y casi nunca he tenido un gran problema por eso. Pero todos no somos iguales, ni estamos igual de preparados para “evitar la batalla”, y he visto algún grupo que ha quebrado entre otras razones por ideologías demasiado contrapuestas, a veces ni siquiera explícitas, sino que profundizando en el análisis del mismo, se llegaba a que la única explicación plausible de sus dificultades, estaba en la posición ideológica de alguno o varios de sus miembros. De todas formas, hay que tener en cuenta que la ideología nos representa de alguna manera en nuestra formación, en nuestro ser y en nuestro posicionamiento social, político y hasta económico. Por tanto, es una variable que hay que percibir lo más pronto posible, y reducir las tensiones latentes que hay en ella. He conocido pocos grupos de trabajo que se rompiesen por razones ideológicas, muchos más por razones que podíamos llamar personales, por los caracteres de cada uno en relación con los otros, o por razones culturales, aspecto con el que hay que lidiar continuamente en un país como el nuestro: por ejemplo, temas de puntualidad, de asistencia y continuidad de la tarea, de responsabilidad, etc.

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