Este blog no ha «padecido» muchas ausencias por mi parte. Estoy seguro de que ésta es tal vez la más dilatada.

Han sido una serie de circunstancias que se han ido reforzando:
– primero, estaba agotado -había escrito casi tres libros desde primeros de enero y se me «había acabado el carbón»-,
– segundo, vino la operación de mi esposa y sus consecuencias, muchas más de las que pensaba, a pesar de que soy pesimista básicamente, pero cuando uno entra en un quirófano, no se sabe ni cómo saldrá ni cuándo lo hará,
– tercero e inmediatamente, un viaje turístico a Londres poco atractivo, con la sensación de que era demasiado grande para abarcar ni siquiera una mínima parte para enseñarle y distraer a mi María,
– cuarto, nos fuimos a Fortaleza, como hasta ahora hemos podido hacer todos los años, a pasar unos meses y me encontré muy bien, muy tranquilo, muy lector (diez u once libros en doce semanas) y poco social, excepto con los familiares de María;
– quinto, volví en Septiembre y fui a ver a mi hijas y nietos a Galicia, pocos días ….. total, el tiempo se pasó sin darme cuenta.

Cuando quise escribir en el blog me encontré con que había algo que lo impedía y lo cierto es que no hice mucho esfuerzo para resolverlo. Estaba agotado mentalmente. Sigo en gran medida agotado mentalmente. Hay temas que me urgen más, que me preocupan y que dificultan la concentración necesaria para escribir. Alguna vez he aportado algo en Linkedin, pero sobre temas de actualidad, que también me preocupan y mucho, y de cambio climático, mucho más, sobre todo, pensando en mis nietos y nietas, en el futuro que ya no es realmente mío.

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En un grupo, la ausencia está muy presente, y transforma el grupo, en general dificulta su crecimiento. Tengo que reconocer que aunque soy una persona de una gran constancia, a veces, pocas, pero a veces, se me va la olla y me ausento. Pido disculpas por mi ausencia.

Toda ausencia es irreparable: nos lo hemos perdido, pero también las ausencias son necesarias para volver a empezar, se dice, que con más intensidad. Nunca se vuelve a empezar, sino que se busca algo que dé continuidad a lo que no hicimos.Al menos es mi caso, debe ser que renovarse o innovarse no es una actitud fácil para mí.

Me gustaría continuar mi labor de divulgar y compartir. Cada vez que miro lo que he escrito y experimentado, me asombro de muchas cosas, porque en cierto modo recupero cosas que casi había olvidado y me sorprenden. Hay mucho para divulgar, porque igual que ocurre con los alumnos, todos los años son distintos, y son posibles pequeños matices que dén novedad a lo ya dicho. Mi pobre conocimiento está lleno de lo que suele llamarse sentido común, organizado estructuralmente, sería difícil explicar lo que quiero decir, y no me voy a extender, lo dejo ahí. Quiero decir que no soy ningún inventor, ni creador, sólo he compuesto con lo que iba conociendo un puzzle que tiene una gran coherencia y que me responde bien, y pienso que puede hacer un buen servicio a aquellos que quieran usarlo. Me califico como innovador, porque lo que busco, sobre todo, es cambiar, cambiar comportamientos, cambiar formas, cambiar métodos y para nada traer al mundo nuevos «cachivaches» que ya hay muchos.

Cuando me redescubro, encuentro en mí conocimiento muchas razones para ser escuchado, analizado y criticado, y consecuentemente, compartido, pero claro sin ser forofo de mi mismo, me gusta las experiencias que me he atrevido a poner en marcha, y los escritos que las han seguido para compartirlas con otros. Pero entiendo que otros, tal vez todos los demás, no piensen de la misma forma, y denosten formas y métodos que pueden parecerles desfasados o inadecuados para las épocas de estrés en que nos movemos. Lo entiendo, pero no lo comparto. El estrés no es bueno nunca, excepto cuando queremos ganar o querer llenar nuestra identidad de que somos mejores o más competitivos que otros, pero eso ni me llena, ni me satisface, ni me gusta, ni pienso que pueda ser bueno para el conjunto de todos nosotros. Muchas cosas no he hecho en mi vida, pero hay dos que me he negado a participar siempre: la lotería y el mus. No me gusta «la suerte», sino el esfuerzo y la constancia. No me gusta los «faroles», ni los «envidos» y mucho menos los «órdagos». Ambas cosas las dejo para otros y no han contado ni contarán nunca conmigo.

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