Innovar es saber mirar un poniente (llamado también ocaso o puesta de sol) como una oportunidad de progreso y de mejora, por “donde va el sol”, la vida, sabiendo que al día siguiente, muy probablemente volverá “a nacer” y nos marcará nuevamente el camino a seguir, el camino de las estrellas, el de la Vía Láctea, el que han seguido los pueblos, en su proceso de mejora, del Este hacia el Oeste.

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Este modelo básico hace posible el progreso como forja de ambas variables: pertenencia-identidad y necesidad-escasez. La primera tiene que ver más con el mundo del naciente, con el mundo de lo básico, de la vida que hace posible el sol todos los días al mostrarnos su belleza y su calor y su vida. Es un mundo que tienen fuertemente arraigados los japoneses, por ejemplo -el imperio del sol naciente-, el mundo de las raíces. La segunda está relacionada con algo más dinámico, a mi me gusta llamarle el mundo del poniente, el mundo del cambio, «seguir al sol es como seguir a la vida», y las civilizaciones se han ido trasladando hacia el sol, del este hacia el oeste. La superación, la ambición de mejora, la cultura del Oeste, la aventura en cierto modo, nacida de la necesidad y de la escasez -y también de otras cosas-, pero es como la búsqueda del equilibrio perdido, la iniciativa, la empresa.

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El epílogo de mi último libro lo dedico a pensar en la proyección de mi trabajo: «Ciclo solar, a medio plazo (diez-once años), ciclo de las estaciones (un año), ciclo lunar (un mes). He comprobado de forma provisional y no de todo científica, pero sí al menos gráficamente, que el ciclo solar tiene una correspondencia con el ciclo económico, y hasta social y político. Hay una cierta correlación a lo largo de todo el siglo XX…….»

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